La ansiedad en las relaciones sociales puede llegar a ser realmente incapacitante. El blog ansiedad-social.compublica este vídeo que muestra cómo nos podemos sentir con este trastorno y cuánto puede llegar a condicionar nuestra vida.
La parte interesante se centra en la efectividad que el tratamiento psicológico tiene para esta dificultad y los pequeños avances que se pueden ver en poco tiempo. En nuestro centro psicológico te ofrecemos una intervención breve, con la que conseguiras resultados pronto.
Normalmente he sido bastante crítica con los modelos teóricos que sostienen que los primeros años de vida son la clave del resto de la construcción personal. Hoy en día, a pesar de seguir renegando de cualquier determinismo que nos anule el libre albedrío, admito que la infancia es un espacio por el que antes o después tendremos que bucear si queremos conocer dónde se fraguaron algunos de nuestros malestares emocionales adultos crónicos.
Por el colectivo con el que trabajo, personas especialmente vulnerables, me resisto a pensar que no exista solución a una infancia en desventaja. Es evidente que relaciones de abuso en el entorno familiar pueden generar consecuencias devastadoras en una o varias áreas de la vida (salud física, salud emocional, rendimiento intelectual, relaciones interpersonales, etc). Sin embargo, diariamente veo como muchas personas trabajan para sentirse mejor y salir adelante a pesar de sus dificultades. Es cierto, que este camino suele ser muy pero que muy largo, y también necesitado de múltiples apoyos para mantenerse pero, existe como opción.
Algo me hacía rechazar la idea de que estas secuelas pudieran estar generadas por acontecimientos tan tempranos.
Sin embargo, la experiencia me ha llevado a cambiar mi punto de vista porque:
A pesar de que la resiliencia permite renovar la motivación para seguir avanzando y mejorando
Y también, que muchos recursos y técnicas de atención psicológica centrados en el presente, mejoran el funcionamiento global y reducen el nivel de malestar emocional.
en algunos casos, detrás de una depresión que no termina de desaparecer, detrás de una ansiedad cuyos síntomas se controlan pero una y otra vez reaparecen en determinados momentos, e incluso, detrás de algunos comportamientos autodestructivos, se encuentra una herida emocional temprana en la que suelen estar implicadas las figuras de referencia primarias .
No hace mucho, en el transcurso de la enésima discusión con mi madre, ya ni siquiera recuerdo sobre qué, ella hizo una reflexión que ahora me parece la clave de esa herida que presentan muchas de las personas que sufren de ese sentimiento de inadecuación, vacío eterno o falta de autocompasión,
ay hija… no se puede mandar en los sentimientos de los demás; si alguien no te quiere o no te quiere bien, pues eso, que no te quiere.
Parece una afirmación sencilla de entender a nivel racional (ante relaciones con amigos o conocidos, en situaciones de enamoramiento no correspondido, etc)
pero…
¿Cómo podemos desarrollarnos de forma emocionalmente sana cuando quien no nos quiere bien es la figura (o figuras), con la que deberíamos sentir que somos dignos de ser amados y aceptados incondicionalmente?
En el proceso de desarrollo de nuestra identidad es imprescindible la existencia de un espejo en el que podamos vernos reflejadas. En ocasiones, la dificultad de la figura materna de ematizar y aceptar incondicionalmente a la hija, genera daños emocionales cuyas secuelas se mantendrán en el tiempo.
¿Como se digiere a nivel emocional qué esa persona por cuyos sentimientos no queremos (consciente o inconscientemente) dejar de pelear, cuyos sentimientos de rechazo no queremos aceptar, es la persona que más nos tenía que haber querido y protegido?
¿Qué sucede cuando nuestra madre (o quien fue nuestra figura primaria) no ha podido, no ha sabido, o no ha querido amarnos?
¿Cómo puede saber una persona quién es y su valía, si la figura que participó en la construcción de su identidad- nuestra madre-nos miró con una mueca de reproche continua o quizá ni siquiera nos miró, porque siempre tenía otra cosa más importante que hacer o atender o porque simplemente no sintió esa conexión con nosotros?
¿Cómo se puede superar esa herida y reconstruir una imagen de nosotras mismas que lleva distorsionada desde hace tanto tiempo?
En Madres que no saben amar, la psicoterapeuta Karyl McBride presenta un relato sobre las secuelas que madres centradas en sí mismas y en sus necesidades, generan en sus hijas. Esboza también el inicio del doloroso camino hacia la curación que por supuesto, tiene que pasar necesariamente por elaborar ese duelo y despedirse de la madre perfecta.