Las Navidades no son un época cualquiera. Las celebremos o no, pueden tener efectos sobre nuestra salud: compras, comidas, compromisos sociales, exigencia de estar feliz y encantada de que lleguen….
Y eso que cada vez más personas hablan abiertamente de lo mucho que le desagradan estas fechas. Sin embargo, por alguna razón, nos gusten o no, hay que pasar por el aro y cumplir con las exigencias de la tracidión.
Por todo lo anterior, es bastante habitual que nuestro nivel de ansiedad pueda aumentar duraqnte esta época, notándonos por todo ello más tensos, nerviosos e irascibles que en otros momentos.
Durante las navidades pasadas una paciente me relataba cómo había sido su último momento de ansiedad intensa: Con los niños sin colegio, había llevado a estos donde los abuelos para poder ir al trabajo. Después de su jornada laboral y tras pasar a recogerlos, los peques le piden que les lleve al PIN (parque infantil de navidad que es parada obligatoria durante las vacaciones de diciembre). Antes de hacer la visita a dicho parque, que ya habían retrasado un par de días, la paciente comenzó a pensar en todas las tareas que le quedaban por hacer: no tenía las compras de comida hechas, ni siquiera había empezado con los regalos, había dejado la casa hecha un desastre para salir antes donde los abuelos y evitar así el atasco de la mañana…
Sobrepasada por la cantidad de cosas que tenía que hacer y segura de que no podría llegar a todo, empieza a encontrarse mareada, sin respiración, con unas ganas imparables de llorar, temblores, sensación de que todo es desastroso y ganas de huir: ansiedad.
La ansiedad, es una respuesta emocional muy intensa, caracterizada por sensaciones fisiológicas, pensamientos y conductas que la hacen una experiencia verdaderamente desagradable para quien la padece.
Una emoción, que a pesar de tener su función adaptativa, puede aparecer en situaciones en las que no es fácil ver su utilidad. Pero, ¿cuál puede ser la utilidad de un ataque de ansiedad justo cuando tenemos más cosas que hacer?: quizá hacernos parar queramos o no, al menos para escuchar el síntoma y darnos cuenta de que algo está ocurriendo y algo hay que cambiar.
al fin y al cabo, si no nos paramos a escuchar nuestro cuerpo, nuestro cuerpo buscará las maneras de hacerse oir, gritando cada vez más fuerte.
Yolanda Pérez
psicolunablog@gmail.com