El ámbito laboral es un contexto con infinidad de situaciones en las que tenemos dudas sobre cómo actuar.
La comunicación y la interpretación que hacemos de las cosas que nos suceden, son dos factores que influyen mucho en nuestra adaptación al puesto de trabajo y a la empresa en la que nos han contratado.
Cuando en algún momento nos planteamos modificar algo de nuestro comportamiento, es fácil que de entre todas las resistencias al cambio que pueden surgir, el comportamiento de los demás aparezca de forma preferente. Cambiar algo cuesta mucho, por eso es fácil ponerse excusas o buscar otras explicaciones que justifiquen que es mejor seguir igual.
Muchas veces estos razonamientos nacen de la siguiente idea: por qué yo tengo que hacer el esfuerzo de cambiar cuando a mí alrededor todo sigue igual.
Os cuento esto, porque a raíz del artículo “interpretaciones de la realidad”, una persona me hacía la siguiente consulta: está muy bien saber qué tendencias de interpretación tenemos cada uno/a para mejorar cómo nos sentimos. Pero ¿qué hacemos cuando son las tendencias de pensamiento de los demás las que nos hacen sentir mal o nos ponen las cosas difíciles?
– ¿A qué te refieres?- le pregunté.
– En mi empresa son habituales las reuniones por departamentos. El departamento con el que yo me reúno es el de dirección de recursos humanos y gestión económica. Los temas que se tratan, tiene lógicamente relación con el personal y la economía. El gerente es el encargado de convocar las reuniones y de establecer los temas que se debatirán.
Por alguna razón que no alcanzo a entender, en las últimas reuniones cada vez que hablamos del apartado económico, hace la siguiente entradilla: “ya sé que a ti te agobia mucho hablar de dinero (refiriéndose a mi) y que no te gusta nada tratar el tema, pero es importante que lo abordemos”
En ese momento, me acordé de lo que había leído y me di cuenta que mi jefe actuaba leyéndome el pensamiento.
– ¿Qué hiciste?
– Pues se lo dije, claro ¿no es lo que hay que hacer?
– Si quieres que te lo niegue sí. Pero eso ¿de qué te sirve?
– Pues de nada, esa es mi duda. Solo me sirvió para desviar el punto que estábamos tratando y enzarzarnos en un debate sobre por qué pensaba eso y si me leía el pensamiento bien o no.
Esta es una de las dificultades de ser humanos. Tenemos que relacionarnos. Y encima, con otros que también tienen su manera de pensar, sentir y actuar.
Todas estas interacciones, suceden en contextos en los que lógicamente influyen los roles, la posición social, las tendencias personales…¡tantas cosas!
Podemos engancharnos en el análisis infinito del por qué de cada cosa o podemos simplificar para fluir y adaptarnos a las diferentes realidades que nos toca vivir.
¿De qué manera nos adaptamos a situaciones como la relatada?
- Observando el comportamiento de los demás.
- Comprendiendo que los demás actúan desde su propia realidad, no desde la nuestra. Comprender, no significa estar de acuerdo pero flexibiliza la interacción.
- Tomando distancia emocional y relativizando. No está en nuestra mano cambiar a nadie pero sí podemos, en determinadas momentos, situarnos a la distancia de los demás que nos permita mantener nuestro autocontrol.
Yolanda P.Luna