Además de suponer un importante proyecto vital, nuestro hogar es nuestro refugio. Por esa razón, la pérdida de la vivienda debido a un desalojo por razones económicas , conlleva estrés y ansiedad. Un tratamiento adecuado puede atenuarlo.
Para la gran mayoría nuestro hogar suele ser nuestro lugar seguro, nuestro refugio y el espacio en el que os sentimos a salvo y protegid@s. Por esta razón, no nos resultará extraño imaginar que alguien que pierde esta parte de su vida, atravesará, en mayor o menor medida, un proceso de duelo para adaptarse a su nueva realidad.
El desalojo del domicilio propio bien podría ser incluido dentro de los llamados Acontecimientos Vitales Estresantes (AVE): circunstancias importantes para la persona, percibidas por esta como negativos o no deseables, y que conllevan una ruptura o cambio significativo con respecto al estatus vital anterior.
España es uno de los países con mayor proporción de ejecuciones hipotecarias y desalojos domiciliarios, en comparación con otros países. Desde el año 2008 se han producido unos 60.000 desahucios al año, alcanzando la mayor cifra en 2012, con más 70.000 desalojos. Según los datos que aporta FACUA, todavía en 2017 se han seguido produciendo unos 185 casos nuevos cada día.
A pesar de estos datos, y el conocido vínculo entre las dificultades psicosociales y los problemas de salud mental, en España son muy escasos los estudios que exploran esta asociación. Por esta razón, investigadores de la Universidad de Granada y de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP) han llevado a cabo un estudio en el que han examinado los síntomas de ansiedad, depresión, estrés postraumático (TEPT) y estrés percibido de los desahuciados.
Para ello se evaluó de forma individual a 205 participantes voluntarios afectados por un proceso de desalojo domiciliario, mediante una entrevista estructurada y varios instrumentos validados para el TEPT, el estrés percibido, la ansiedad y la depresión.
Los resultados muestran que la población evaluada presenta niveles muy altos de psicopatología. De los participantes, el 95.1% informó que estaban experimentando el proceso de desalojo en el hogar con miedo, impotencia u horror. El 88% presentó puntuaciones patológicas en ansiedad y el 91% en depresión. Respecto a la sintomatología de TEPT, esta muestra obtuvo puntuaciones más altas que el grupo normal en los síntomas de evitación, activación y puntuación total. En torno al 72.5% cumplió con los criterios de los síntomas del DSM-IV para el TEPT. Finalmente, el principal predictor de estrés percibido fue la sintomatología de TEPT.
Tanto respecto a la ansiedad como a la depresión, se observan diferencias de género, siendo las mujeres las que presentan niveles más altos. También se observan diferencias de género en la sintomatología de TEPT, siendo, de nuevo, las mujeres las de mayores puntuaciones. En cuanto al estrés percibido también se encontraron altos niveles, aunque no existen diferencias entre hombres y mujeres.
El proceso que viven estas personas puede alargarse durante años, ya que transcurre desde que empiezan a tener dificultades para pagar la hipoteca, hasta el momento en que la familia es desalojada de la vivienda. Por este motivo, estamos hablando de una situación de estrés prolongada, que implica amenaza e incertidumbre, por lo que es normal que termine afectando a su integridad física y psicológica.
Según estos resultados, un proceso de desahucio tiene, en prácticamente todos los casos, un impacto alarmante en la salud mental de las personas afectadas, lo que, en opinión de los autores del estudio, exige tratamientos urgentes y efectivos para, bien frenar estas situaciones, bien proporcionar apoyo psicológico y social a estas personas.
Hay semanas que vienen cargaditas de trabajo. A veces tengo la sensación de que no puedo llegar a todo. Esto me genera un nivel de estrés, que me agota mentalmente.
Hace un par de semanas recuerdo haber salido de la oficina realmente desbordada.
– ¿Qué te pasa? – Me preguntó una amiga con la que había quedado para comer.
– Pues no sabría decirte, es lunes y me parece jueves o viernes.
– ¿Estás estresada?
– No sé. Tengo la sensación continua de que se me olvida algo o de que no he sido capaz de terminar las cosas que me había propuesto hacer al llegar a la oficina.
– Sí, sí, eso es estrés.
– Pues visto de este modo sí. Pero bueno, lo que está claro es que no tengo los medios o la capacidad de sacar adelante todo lo que tengo que hacer.
– Piensa en cómo controlar tu estrés. Hay muchas técnicas. ¿Pensamos alguna?
– Claro, yo ya la tengo pensada, la técnica que voy a usar es la de reducir mi carga de trabajo. ¡No necesito ninguna técnica de control de estrés!, Lo que a mí me pasa es objetivo, que tengo más trabajo del que puedo hacer y por eso me estreso.
Muy poco receptiva estaba yo ese día a que me dieran ninguna pauta para reducir mi estrés. Mi amiga, vista mi respuesta, debió decidir no insistir, porque nos centramos en temas más llevaderos.
Ya en el metro de vuelta a casa, volví a mi tema, bueno, quiero decir a mi rumiación, preferida de ese día: “mi carga de trabajo”, cuando de repente…
¡Oh sorpresa, había recibido una foto a través del móvil!
Pero no una foto cualquiera. Desde luego para mí ese día fue algo más.
Era una foto bastante vieja, en la que se nos veía a mi madre, mi hermana y a mí cuando yo tenía poco menos de un año. Yo no la había visto nunca, así que decidí observarla y dejarme llevar por las sensaciones que me iba provocando: ver a mi madre de joven, con nosotras tan pequeñas… Empecé a pensar en los parecidos de entonces y de ahora, me preguntaba también dónde estaría tomada la foto, qué estaríamos pensando cada una de nosotras, etc. La foto despertó sensaciones diversas: había momentos que me entraba nostalgia, otras, me hacía gracia vernos tan pequeñas…y yo simplemente me dejé llevar por lo que la foto me sugería, pero sin detenerme en nada en particular.
El caso es que, para cuando quise darme cuenta, había llegado a mi destino. Cuando me levanté para salir del metro, noté que ya no sentía el malestar que me había perseguido durante todo el día.
Entonces fue cuando me di cuenta y pensé:
¡ya sé qué técnica voy a utilizar para combatir mi estrés!
Mindfulness
Disfrutar de un momento de parada en el que los pensamientos vayan y vengan pero no se queden, ayuda a generar sensación de bienestar y libertad.
Al recibir la foto y observarla como lo hice, había realizado sin proponérmelo un ejercicio muy cercano a la técnica mindfulness o atención plena.
El mindfulness supone prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento con especial interés, curiosidad y atención.
La técnica consiste en centrarse en las cosas tal y como suceden sin buscar su control.
Pero ¿cuál puede ser la utilidad de esto?
La utilidad consiste en la aceptación que esta observación conlleva, desechando las exigencias de cómo debería ser o cómo se podría modificar. Centrándonos en el momento actual, la atención mejora y la disposición emocional hacia la tarea también.
En el ejemplo que os cuento, el ejercicio me permitió además, detener la rumiación que en esos momentos estaba retroalimentando mi malestar.
Es una técnica complementaria a otras que a mi me resulta sencilla y muy beneficiosa si se practica con cierta continuidad. Os propongo dos ejemplos de ejercicios para iniciaros en esta técnica:
Aprovecha los desplazamientos de casa al trabajo para ser conscientes de tu respiración, tono muscular, postura,etc. Dirige tu atención unicamente en esas sensaciones corporales y a tu respiración.
En el momento de realizar una tarea, centrate unicamente en ella, sin pensar en las que has hecho antes o en las que vendrán después.