Una de las dudas más frecuentes es saber cuándo un comportamiento, en este caso la compra desenfrenada, puede convertirse en un trastorno.
¿Qué criterios se manejan en la actualidad para determinar que este comportamiento es un trastorno?
1. Existe un deseo irrefrenable de realizar una compra. La adquisición puede ser útil o totalmente superficial ya que lo que la persona intenta satisfacer es ese deseo de comprar, no el hecho de poseer ese objeto. La compra puede referirse a cualquier objeto (ropa, complementos, productos de belleza, tecnología, etc).
2. Se genera una activación fisiológica previa a la realización de la conducta (nerviosismos, ansiedad, aumento del ritmo cardíaco).
3. La persona fracasa repetidamente en sus intentos de controlar esta conducta. A pesar de proponerse no comprar o de haberse puesto un límite de presupuesto, termina consumiendo y gastando más dinero del establecido en un principio.
4. Una vez realizada la conducta (la compra), se genera una sensación de alivio y placer que hacer disminuir la activación y ansiedad previas.
5. Pasado el alivio, aparece la culpa, el arrepentimiento y la vergüenza. Estos sentimientos pueden llevar a la persona a ocultar los productos, negar las compras o trucar cuentas para que no se refleje la falta de dinero.
Esta situación de malestar retroalimenta el proceso ya que en muchas ocasiones se trata de superar esta insatisfacción y herida en la autoestima con el subidón que genera la anticipación, planificación y puesta en práctica de la siguiente sesión de compras.
6. Este comportamiento genera malestar significativo en la persona que lo pone en práctica así como problemáticas y deterioro de la vida social, personal , económica y/o laboral.
¿Cuál es el tratamiento más adecuado para abordar esta problemática?
Como en el resto de situaciones que requieren una intervención terapéutica, es fundamental la conciencia de dificultad o problema por parte de la persona que padece el trastorno.
Una vez aceptado el problema, es imprescindible que exista motivación al cambio ya que toda terapia supone un esfuerzo y también un gran sacrificio.
A pesar de que se deberán establecer las circunstancias específicas de cada persona (existencia de otros trastornos, apoyo social y grado de deterioro de su vida en general), existe bastante consenso al afirmar que la intervención más adecuada es la que combina estrategias de modificación de conducta técnicas cognitivas y pautas para detección de recaídas.
De la misma manera, estudios sobre la eficacia de cada uno de los tratamientos especifica la validez de la intervención grupal para reforzar el proceso, especialmente en la prevención de recaídas.
En cualquier la actualidad, se están introduciendo terapias relacionadas con la atención plena para la fase de prevención de recaídas principalmente.
Yolanda P. Luna
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