
Hoy, como todos los jueves, me tocaba curso de francés así que allí he pasado la mañana. Ya llevamos varias semanas así que, como es normal, los alumnos nos vamos conociendo.
A mitad de la clase la profesora hace una pausa y solemos bajar a tomar café pero yo hoy estaba tan cansada que no tenía ganas así que he aprovechado para quedarme en clase leyendo un rato. Poco después, ha entrado otra de las compañeras.
-He ido a maquillarme. Hoy tengo una entrevista, voy ahora.
– Fenomenal! Espero que tengas suerte.
– Sí, luego os contaré, es un empleo un poco especial.
– ¿Ah sí?
-Si. En una funeraria.
-Vaya. Sí, un sitio poco habitual. Nunca he conocido a nadie que haya trabajado en uno como ese.
Un rato después, cuando nuestra compañera volvía de su entrevista hemos visto como, aunque se mostraba contenta, parecía algo más nerviosa de lo que se había ido, casi decepcionada. Era imposible no preguntarle qué tal le había ido.
– La entrevista bien. Las tareas y las condiciones también, son similares a las que he hecho en otras empresas pero, creo que no valgo para este trabajo.
-¿Y eso?- le hemos preguntado todos.
-Porque es un trabajo con mucho trato directo con los clientes . Ya os he dicho antes donde era. Es un sitio un poco particular, me imagino que las personas que van están bastante afectadas por lo que les acaba de pasar.
-Claro
– Yo soy demasiado empática. Me afecta mucho cómo estén los demás. Si veo que alguien está triste y llora, me pongo a llorar yo también. No lo puedo evitar.
Varias personas de la clase mostraban su acuerdo con la compañera, poniendo ejemplos de situaciones en las que su sensibilidad a las emociones ajenas les había llevado a sentirse desbordadas por las suyas propias (una de ellas-maestra de infantil- comentaba cómo le resultaba realmente difícil ver a un niño triste haciendo pucheros sin llegar a hacerlos ella misma)
Parecían convencidos de que realmente ésto puede dificultar la realización de un trabajo.
Y sí. Desbordarse emocionalmente en el trabajo puede dificultar cualquier función, en casi cualquier puesto ya que las emociones están por todas partes (las nuestras, las de los clientes, nuestros compañeros, los jefes…)
Sin embargo, no estoy tan de acuerdo en que la empatía, sea un obstáculo en el desempeño laboral.
Al contrario, cuanta más carga de atención a personas exista en el puesto, mayor será la influencia de la empatía en el día a día del trabajo.
La empatía es una cualidad, una habilidad social relacionada con la inteligencia emocional. Creo que es una habilidad que merece la pena desarrollar y mejorar ya que es imprescindible para mantener unas relaciones interpersonales sanas y adecuadas.
Es la capacidad de ponerse en el punto de vista del otro, comprender cómo puede estar sintiéndose en un momento concreto desde su propia realidad. Es «ponerse en los zapatos del otro».
Supone:
– Reconocer al otro como ser independiente. Con su realidad, su historia personal y su manera propia y única de entenderla.
– Directamente relacionado con lo anterior está el respeto a las diferencias entre las personas.
–Comprender y aceptar la respuesta del otro. Reflexionar sobre cómo se sentirá y qué pensará.
–Escuchar activamente lo que la otra persona está diciendo. La escucha activa es algo más que oír con atención el relato que nos cuentan.
Y creo que se puede desarrollar porque la empatía incluye componentes cognitivos y componentes emocionales sobre los que se puede profundizar, trabajar y evolucionar.
Uno de los pasos en este proceso de mejora de la empatía supone afrontar las causas del desbordamiento emocional. Esta es la dificultad a la que hacía referencia mi compañera.
Entre otros, podemos destacar dos:
- Por el vínculo que tenemos con esa persona. Si la persona es muy cercana y su emoción es muy intensa, nos puede costar mantener la perspectiva entre su realidad y la nuestra.
- Autoexigencia, sintiéndonos responsables de la resolución de la emoción o conflicto del otro. Empatizar se acerca más a acompañar, estar, escuchar y sentir con el otro.
Cuanto empatizamos con la otra persona, nos hacemos presentes, acompañamos y damos validez a lo que siente. En muchas ocasiones este es el primer paso y el más importante para que la emoción siga su curso adecuadamente.
Yolanda P. Luna
en esta ocasión sí q creo q estaría bien hacer un pequeño apunte más: diferenciar la empatía de la simpatía. No veo q queda eso claro. A ver si nos vemos luego!
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Hola Belén
Estoy de acuerdo contigo en que son conceptos que se confunden con facilidad
La empatía hace referencia a una habilidad social (emocional) que permite al que la pone en práctica, conocer, sentir o incluso intuir como se está sintiendo el otro en una situación determinada (por ejemplo ante un suspenso de un examen que ha preparado durante mucho tiempo). Es una habilidad que se puede trabajar ya que cuenta con un componente cognitivo (analizar y reflexionar sobre la situación del otro, su realidad, sus circunstancias)
La simpatía, hace referencia a esa conexión más incosciente que sentimos hacia algunas personas (relacionada con el «efecto halo» quizás). Una persona puede resultarnos simpática o antipática sin que podamos explicar exactamente por qué (ciertamente analizándo el caso se llega igualmente a un contenido cognitivo). Esta simpatía o antipatía, puede influir en la capacidad de empatizar que tengamos con la persona en cuestión (es más fácil comprender o ponerse en el lugar de alguien con quien conectamos más).
Sin embargo, creo que sería posible llegar a empatizar con alguien que nos resulta antipático (el resultado podría ser algo así como comprendo como se ha sentido y por qué ha llegado a actuar de una manera determinada aunque no lo comparta).
Espero que esta explicación aclare un poco la diferencia.
¡Muchas gracias por tu aportación!
Un saludo
Yoli
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