Hace poco, una persona cercana a mí me contó que había sido víctima de un hurto. La situación es curiosa y sirve para analizar de qué manera las personas buscamos explicaciones sobre el comportamiento de los demás y sobre lo que nos acontece. O lo qué es lo mismo, de qué manera hacemos atribuciones de causalidad.
Según me contó, el suceso ocurrió de la siguiente manera:
Una vecina le preguntó si tenía un destornillador eléctrico ya que quería poner una estantería en casa y con esa herramienta le iba a resultar mucho más sencillo.
– Sí, guardo uno en el garaje. Cógelo si quieres. Está en el armario que tengo en la parcela, está abierto.
– No, mejor pásamelo cuando puedas y ya lo uso- le contestó- No voy a estar mirando en tus cosas.
La persona de la que os hablo, sacó el destornillador y se lo prestó a su vecina que, una vez terminó de utilizarlo, se lo devolvió.
En ese momento y por alguna razón, la víctima del acontecimiento, en vez de guardarlo en el armario donde estaban el resto de las herramientas, decide dejarlo fuera.
Según me cuenta, el maletín con la herramienta estuvo a la vista de todo el vecindario hasta que pasados dos días, se da cuenta de que el destornillador había desaparecido.
– ¡Qué faena!- Me contaba. La verdad es que es culpa mía por no haberlo guardado correctamente pero con lo despistada que soy… ¿Quién iba a pensar que podía pasar algo así? Muchos/as vecinos/as tienen cosas de valor en sus parcelas, a la vista de todos y es la primera vez que falta algo. Pero, creo que ya sé quién ha sido.
– Ah, sí. ¿Quién?
– Un vecino nuevo. Me han dicho que han estado metiendo muebles por el garaje y que les han oído montarlos. Me imagino que lo han visto y habrán pensado que les viene de cine para su tarea doméstica.
– ¿Y eso es suficiente para pensar que han sido ellos?
-Sí, bueno, no. Pero es que además, no saludan a nadie. Nuestra comunidad es superfamiliar, no puede haber sido otra persona. Cómo no van a haber sido ellos: tienen aspecto de ser capaces de hacerlo, les hacía falta y yo se lo he puesto fácil dejándolo a la vista. Creo que han visto la oportunidad y no se lo han pensado.
Además, me niego a pensar que cualquier otra persona, con lo amables que son todos/as, sea capaz de hacer algo así. Si pienso eso, no volvería a estar tranquila en el portal.
-Bueno, entiendo que esa manera de explicarte a ti misma lo que ha podido pasar puede tranquilizarte en parte pero, ten en cuenta que puedes estar culpando injustamente a alguien.
¿Por qué lo tenía tan claro ?
La persona que me contó la anécdota, había realizado una atribución causal de lo que le había sucedido.
La atribución causal, es el conjunto de procesos psicológicos que ponemos en marcha para explicarnos el comportamiento de los demás o los acontecimientos que vivimos.
Estos procesos se ponen en marcha porque las personas necesitamos dar orden, sentido y estabilidad al mundo que nos rodea, a pesar de que en ocasiones lo hagamos con errores.
Hay acontecimientos o situaciones especialmente propicias para que se inicie la maquinaria de búsqueda de una explicación.
- Acontecimientos inesperados o que escapan a nuestro control.
- Objetivos que no logramos que generan emociones negativas.
- Fallos o fracasos en relación a una expectativa inicial.
Y ¿cómo tendemos a explicar el comportamiento de los demás o estos acontecimientos?
- Basándonos en aspectos personales que consideramos internos y estables (tienen pinta de robar, los demás son muy amables, no lo harían nunca). Esta preferencia por etiquetar nos ofrece una visión más ordenada y estable de la realidad (aunque quizá irreal) y nos permite hacer predicciones sobre el comportamiento de los demás.
- Factores ambientales como la dificultad, la oportunidad y la suerte (en el ejemplo se ve claramente como la persona razona que quien le quitó su herramienta lo tuvo fácil y fue una oportunidad puesto que aparentemente la necesitaba)
Sin embargo, no podemos olvidar que:
- Las personas tenemos este funcionamiento para simplificar la realidad y poder entenderla.
- Estas atribuciones, explicaciones, están plagadas de fallos.
- Normalmente las explicaciones que nos damos a nosotros mismos tienen una función adaptativa, sana o no, que nos ayuda a mantener el equilibrio actual (en este caso, mantener la relación amigable con el vecindario).
Yolanda P. Luna
Vamos a ver, estoy de acuerdo con lo de «inventarnos» estas justificaciones por aquello de dar un sentido y estabilidad a lo que nos rodea, pero no estoy de acuerdo en lo de que «esta plagado de fallos». Si el chico que te gusta no te ha llamado en toda la semana, no es que se le haya olvidado, o este muy ocupado o esta jugando al gato y al raton contigo, es que NO te quiere llamar. Quiero decir con esto, que la mayoria de las veces, y si tenemos una mente minimamente sana, las conclusiones que extraemos, basadas en vivencias y conocimientos, SON CORRECTAS. Y el vecino del que hablas es un ladron…….y punto.
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Tienes parte de razón en tu comentario. Simplemente te haría una reflexión: funcionar con certezas, puede hacer que nuestra manera de ver las cosas se vuelva rígida. Esta rigidez genera mucha más tensión que un pensamiento más flexible en el que tenga cabida la crítica hacia nuestra manera de explicarnos las cosas. La tensión y la rigidez, tienden a generar más malestar emocional, sufrimiento y dificultad de adaptación.
Yolanda P. Luna
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